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El cuero bovino es excesivamente
grueso para la confección de prendas, por lo que se exfolia en dos
capas. La capa flor, con una parte del corium, es separada
para producir curtido de flor o napa. La capa carne es tratada para la
producción del ante o afelpado, y la superficie dividida se raspa
para formar el afelpado. Los haces son más grandes en el cuero bovino,
por lo que el ante de este tipo es bastante más fino que
el del ovino.
Con excepción de la
gamuza,
las pieles ovinas no son divididas, sino procesadas en napa (cuando
la superficie de flor es tratada con un acabado) o en afelpado
(cuando el lado carne es raspado para formar el afelpado).
La gamuza se obtiene de la capa corium ovina.
Hay muchos tipos de pieles
de ovejas: desde el merino, de lana fina, al europeo de montaña,
de lana gruesa; el cordero de pelo, típico de países tropicales
y muy poco diferenciado de las cabras, de las que se obtienen las pieles
más ligeras para la confección. Éstas generalmente
tienen la piel más pequeña pero con estructura más
compacta, con excepción del tipo El Cabo, que es grande y también
compacta. Estas variaciones se reflejan en la apariencia y en el tacto
del curtido.
En las pieles de los corderos
de pelo y de las cabras, los pelos están espaciados, lo cual permite
que las fibras de la flor se introduzcan en el corium. En
estas pieles, la capa de flor está fuertemente unida al corium
y tiene poca tendencia natural a separarse. Sin embargo, si esta discontinuidad
innata (que da a la superficie su especial atractivo) es acentuada, puede
producir una excesiva flojedad que origina un deterioro de su calidad.
En las ovejas de lana los
pelos son más abundantes; por lo tanto, el tejido que une la flor
con el corium está interrumpido por pelos y glándulas,
disminuyendo su unión. Además, este tipo de animal tiene
tendencia a retener grasa entre las raíces de los pelos en el punto
de unión de la flor con el corium. Cuando se quita
la grasa durante la curtición, sus células vacías
debilitan el tejido, con lo cual algunas pieles procedentes de las ovejas
de lana tienen tendencia innata a la flojedad de la flor. Esto se
evidencia al doblar la piel curtida, ya que los pliegues de la superficie,
napa
o ante, son bastante más gruesos.
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