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2.3.5 La crisis de la seda china
A principios del
siglo XX la especie mariposa
de la seda (bombyx mori) enfermó en todo el mundo y puso en peligro la
producción de la más preciada seda natural. Para ese entonces la investigación
biológica había notado un gran avance con la utilización del microscopio y en
Europa se llevó a cabo una minuciosa selección de gusanos sanos, por métodos
científicos. Pero el peligro más grande se dio en China, donde acaso el 80% de
los gusanos de todos los criaderos llegaron a estar enfermos. El
INTERNATIONAL COMMITTEE
FOR THE IMPROVEMENT OF SERICULTURE IN CHINA, con sede en Shanghai
(principal puerto de la seda china), procedió a la reconstitución
de la raza, con las técnicas occidentales, comprando gusanos no
enfermos procedentes de Francia e Italia.
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Esta crisis del gusano y las arcaicas condiciones laborales de las factorías
chinas hicieron que la ocasión fuera aprovechada por Japón
para ponerse a la cabeza de la producción mundial de seda natural;
en 1925 Yokohama era el mayor depósito de seda del mundo.
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La crisis de 1929 también atentó contra la exportación
de la seda oriental.
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La invasión de China por Japón arrasó 135.000 hectáreas
de moreras y destruyó la mitad de sus hilaturas.
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La S. G. M. paralizó la industria de la seda, no sólo en
China sino en el Japón, en Francia y en Italia, durante diez años.
En 1949 quedan en Shanghai dos únicas fábricas de hilados,
de las más de cien que llegó a haber. En los años
50, se impone el uso textil de las fibras químicas. La seda artificial
tiene poderosas ventajas industriales sobre la seda natural: no se plancha
y es mucho más barata.
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Por si fuera poco lo que atenta contra la seda china, el ejército
rojo de Mao Ze Dong vistió a la China continental con un grueso
uniforme de algodón azul.
2.4 La industria de la seda textil en la actualidad
Si todo lo que hay escrito sobre la seda se
reuniera en una sola biblioteca, quizás ésta fuera la temática mayor del
mundo. No sólo las investigaciones llevadas a cabo en Occidente sino los
numerosísimos tratados orientales modernos (escritos muchos de ellos de
forma clandestina en los primeros barcos salidos de Shanghai) han hecho que gran parte del
enigma del gusano de seda chino haya sido desvelado. Pero la magia, el
encanto, el lujo, el erotismo, incluso, que envuelve a la seda, a sus tejidos
y a sus prendas no ha hecho más que aumentar con el paso del tiempo.
El hundimiento periódico de los precios, el mercado de mano de obra,
el consumo mundial creciente y la alta tecnología textil son los
elementos que juegan, aun en direcciones opuestas, a equilibrar la balanza
de los pros y los contras.
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A la desaparición de los ostentosos trajes medievales sucede la
moderna industria de la moda, que llama de nuevo a los sederos de Lyón.
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La crisis repetida por las grandes guerras, que elimina las telas caras
para la moda exterior, al cabo es más que superada, no sólo
por la pronta recuperación industrial, sino con la moda de lencería,
en la que la seda acapara la predilección.
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Y el tejido de
malla, conseguido con el avance de la industria textil, le consigue
a esta materia prima la aplicación en un nuevo e importantísimo
producto: las medias de seda.
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El gran bloque político de los países comunistas de occidente
le proporciona a China comunista la ocasión de recuperar su producción
sedera. En el bienio 1957-1958 la China de Mao produce 11.000 toneladas
de seda y vuelve a exportar a toda Europa.
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Por otra parte, el desarrollo de los transportes han abaratado los costes
de importación hasta el punto de que la codiciada seda del Extremo
Oriente esté al alcance de cualquier empresa textil y que sea ésta
la que abastezca la confección en todo el mundo.
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